Con las piedras, el ingenio y sus manos, como únicos ingredientes, los villafranquinos hicieron cientos de kilómetros de paredes de piedra en seco, paredones, pasos, caminos empedrados, porteras, un millar de casetas, abrevaderos, pozos, fuentes, balsas, bancales, etc. Y por encima de todo, un millar de casetas, cobijo perfecto para resguardarse del agua y del cierzo, un lugar donde guardar los enseres… y sobre todo, una delicia para la vista.
Arquitectura ecológica que ha transformado el paisaje de una manera sabia y respetuosa con el medio ambiente. Es en definitiva un legado cultural hecho de piedra por artesanos anónimos, gente sencilla que no disponía de otros medios para hacernos llegar su cultura y la expresión de su forma de vida.
MARÍN, M., MIRALLES, F. y MONFORT, J. (2002): Els homes i les pedres. La pedra seca a Vilafranca: un paisatge humanitzat. Servei de Publicacions de la Diputació de Castelló.